No elegí tu sonrisa, ni tampoco tu mirada. No elegí quererte, y menos amarte. Al principio te odiaba, y ahora puedo decir con exactitud eso que dicen de que hay un sólo paso entre el amor y el odio. No elegí tus palabras, ni tampoco elegí mis ganas de hablarte a todas horas. No elegí la forma de tus labios, y menos mis deseos de besarte. Tampoco elegí tu manera de andar, ni tu capacidad de sorprenderme. No es mi culpa que el cerebro no sea el responsable de esto.

No hay comentarios:
Publicar un comentario